
CAMINO AL AGUA

NICOLAY BLANCO ABRIL/2021
Son los espejos que han vislumbrado desde los tiempos más remotos el sendero que no tiene vuelta atrás, cambiando segundo a segundo todo a su paso vemos como nos acercamos a su brillo con la brisa que corre por nuestro rostro y, aunque resguardados en una pequeña oscura cápsula podemos notar su presencia, en el fondo sabemos que el verde de las montañas y el azul de los cielos contienen parte de su textura; el agua ha perseguido cada color hasta potenciar todas sus propiedades y lograr que las lágrimas sean testigo de ello. Prismas nobles de un camino que apenas comienza.
Sumergidos en recipientes hemos apaciguado la extenuante sed, las salpicaduras de amistad nos dejan entrever que en el otro también me puedo reflejar sin mirarlo, todos venimos de allí y es imposible negar que compartimos los latidos que aunque frecuentes por corretear pájaros no dejan de estar presentes, si tan solo fuéramos conscientes de ello tal vez ladraríamos como diciendo que no queremos perder tan cálida compañía y que en el conflicto de no escucharnos están todas las respuestas para salvar los mares y los ríos del exterminio. Lengüetazos de sabiduría a quienes nos intentan detener.
Las manchas de hacernos viejos de tanto consumir sorpresas acaparan nuestra atención, nos hemos preocupado por lucir vestigios de banalidad y los bostezos no se ha hecho esperar; levantamos la mirada y escalamos hasta las nubes para sentir el placer de lanzar gotas a los campos de maíz que más tarde nos darán el sustento de aprendizaje puesto que si el acento está puesto allí la fluidez hará metástasis, contenidos por los lazos que hemos tejido es tiempo de explotar, es tiempo de dejarnos llevar. Sacralidad en lo nativo que nunca nos ha abandonado.


