Nacemos cada vez que volvemos a ese lugar en el que sonreímos por primera vez, en el que hubo en medio de todo una razón lo suficientemente fuerte para no caer de nuevo. Nacimos allí una infinidad de veces sin siquiera darnos cuenta.

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Hablamos de nacimiento solo cuando recordamos el momento en el que salimos de nuestra madre sin quizá tomar en cuenta las tantas veces que hemos muerto, que han sido muchas y sin manera de anotar. Sucede en todo momento, basta con mirar a tu alrededor para percibir cómo sucede este extraño y recurrente suceso de transformación, los árboles mueren para dar nacimiento a otros, las casas son demolidas para construir una mejor, los animales llegan moribundos a su manada con la única intención de salvar a otros, la noche cae para para dar paso a un nuevo amanecer. Son todos estos testimonios visuales que se apilan en mi mente, constantemente navegan en mi día a día cuestionando en qué momento he muerto para darme vida o dársela a otros. Resulta inquietante y algo hostil vernos en esa posición, derribando el pensamiento común de que somos seres lineales durante nuestra existencia, tan falso como suponer que la naturaleza es la misma siempre. 

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Cambiamos, renacemos, vivimos moribundos, damos vueltas sobre la misma idea durante una vida completa, desechamos pensamientos para luego volver a ellos, culpamos al que estuvo atrás nuestro, pensamos tenerlo todo y de repente dejamos de desearlo, eso somos, una secuencia de renaceres inconstantes y sin sentido para muchos, yendo por la vida tratando siquiera de entenderlo, sobreviviendo a nosotros mismos y a nuestros miedos, buscando el origen, aquello en lo que nos sentimos reales y podemos nacer.

 

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Pds. Leerse ayuda a comprender en qué parte de la vida se está, cuántas veces has muerto y cuántas otras, nacido de nuevo.